Es hija de un desaparecido y tiene de vecino a Etchecolatz

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El papá de Ana Pecoraro fue secuestrado y asesinado en 1979. Su mamá estuvo cuatro meses cautiva en la ESMA

«Si yo un día no vuelvo a la hora que tengo volver, vos levantás todo y te vas», le había dicho Enrique Pecoraro a su esposa, Alicia Ruszkowski, apenas unas semanas antes de lo que estaba por pasar. El 1 de junio de 1979, él no volvió al departamento de avenida Córdoba, en Capital Federal, y «La Polaca» supo exactamente lo que tenía que hacer: puso apenas algo de ropa en un bolso y se fue con sus tres hijos, Ana de 5, Esteban de 3 y Laura de 1 a Mar del Plata. No pasó mucho hasta que a ella también la vinieron a buscar y la llevaron a la ESMA.

«Mi mamá es de Mar del Plata y estábamos en la casa de mis abuelos. Vinieron y se quedaron muchas horas, les afanaron muchas cosas, plata, joyas y demás, se quedaron todo el día. De ahí se llevaron a mi vieja a una casa que ella no pudo identificar y después a la ESMA. No me acuerdo nada, no tengo registro de eso, solamente una imagen: yo gritando por el pasillo ‘mami, no te vayas'», relata Ana Pecoraro en diálogo con Infobae la secuencia, apenas unos días después de que su papá no volviera, de la mudanza a las apuradas, que hoy salvo por la escena del pasillo, es un recuerdo en negro.

Desde hace seis días que Ana, que es coordinadora del espacio de memoria El Faro, no duerme. A cinco cuadras de su casa en el Bosque Peralta Ramos de Mar del Plata cumple prisión domiciliaria desde el 29 de diciembre pasado el ex jefe de la Dirección de Investigaciones de la Policía Bonaerense, Miguel Etchecolatz. Mano derecha del ex general Ramón Camps durante la dictadura militar, estuvo a cargo de al menos 21 centros clandestinos de detención, tiene 6 condenas por crímenes de lesa humanidad, incluidas cuatro cadenas perpetuas y se estima que sus víctimas superan las 960.

«Perturbación». Esa es la palabra que después de tomarse unos segundos usa Ana para describir la sensación. «Es una cosa que está en mi cabeza las 24 horas del día, no puedo estar tranquila sabiendo que el tipo ese está acá, que puede salir, que tiene poder en la fuerza, no hay momento del día donde me pueda relajar, tengo miedo», admite, aunque sabe que no es la única que siente el peso de la sombra del represor en su propia casa. En el barrio viven también la esposa de un desaparecido, un sobreviviente de la Noche de los Lápices, e inclusive su propia hermana, Laura, está a punto de empezar a construir su casa en el Nuevo Boulevard del Bosque entre Guaraníes y Tobas, exactamente frente a donde desde hace casi una semana se queda el ex director de Investigaciones de la Bonaerense.

«Parece que no pero esto te transforma la vida porque mi hermana me dice ‘yo no puedo vivir o dormir enfrente de este tipo, yo no puedo, no voy a pegar un ojo'», comparte con Infobae Ana. «Uno cree que tiene cosas muy superadas y se da cuenta de que no», dice, y suma una sensación de los últimos días: «ahora cuando hablo con vos, por ejemplo tengo dudas de si hablar de mí, de mi familia, de mi hermana, todo el tiempo estoy con la paranoia de que voy a llegar a mi casa y va a estar toda revuelta. Por qué tengo que vivir así, nunca me pasó esto de sentirme tan insegura y es porque sé que Etchecolatz tiene poder».

En 1979 Enrique Pecoraro tenía 39 años, era profesor de las cátedras de «Ciencias Políticas», «Técnicas de Investigación Social», «Introducción a las Ciencias Políticas» y adjunto del Departamento de Sociología en la Universidad de Mar del Plata. Era también militante montonero, ocupaba un lugar dentro de la organización que lo obligaba a viajar constantemente al exterior: Perú, Ecuador, Panamá, entre otros destinos. No hay registro de su paso por ningún centro clandestino de detención. Se cree que fue asesinado el 11 de noviembre del mismo año en el que fue secuestrado por las Fuerzas Armadas y sabía que su vida corría peligro.

«Quique» dejó dos cartas tipeadas en máquina para sus tres hijos. «En las cartas él nos explica, en el caso de que lo mataran, el porqué de su elección. Nos aclara que él no nos abandona, que lucha por un país más justo, más solidario, una patria socialista no solo para nosotros sino para otros chicos como nosotros. Me sirvieron un montón esas cartas», cuenta Ana. El entrecruzamiento de las causas de sus papás, del secuestro de Enrique llevado adelante por el Ejército en Capital Federal y apenas unos días más tarde el de Alicia, realizado por la Marina en Mar del Plata, sirvió para demostrar en los juicios que existía un plan sistemático y organizado.

Alicia durante muchos años prefirió no hablar sobre los cuatro meses que pasó en la ESMA en 1979, a excepción de los juicios en los que siempre estuvo dispuesta a participar con su testimonio. Su hermano, Andrés, había estado casado y tuvo un hijo en 1973 con la artista Graciela Alfano, vinculada según algunas versiones al oficial de la Marina Emilio Eduardo Massera. «Ellos estuvieron casados muy poco, un año juntos solamente, mi primo tiene mi edad, es del 74. Nunca sabremos si Graciela Alfano hizo algo para que saquen a mi vieja o no. Sé que mi tío se movió mucho», se limita a comentar Ana, que prefiere no hacer teorías sobre el tema.

«Etchecolatz es la ejemplificación monstruosa de todo lo que fue el terrorismo de estado: no se arrepiente, lo volvería a hacer, están sus declaraciones públicas, sus amenazas a los jueces, el papel con el nombre de Julio López», enumera Pecoraro, mientras empiezan a llegar al sitio de memoria que dirige, ubicado en el tradicional faro de Mar del Plata, uno de los ex centros clandestinos de detención de la ciudad balnearia, vecinos del Bosque Peralta Ramos. Pocos minutos después decidirán «dar a conocer el rechazo de la prisión domiciliaria» del ex policía y convocar para el próximo viernes a las 17:30 a una marcha desde Mario Bravo y Don Arturo hasta la casa del genocida. El sábado habrá una movilización más grande, de la que participarán distintos organismos de Derechos Humanos y el domingo un «siluetazo» impulsado por H.I.J.O.S.

—¿Qué dirías si yo dijera que Etchecolatz tiene derecho al beneficio de la prisión domiciliaria?

—Mucha gente dice que «está en el marco de la ley», muchas cosas injustas lo están y eso no significa que como sociedad no nos podamos expresarnos en contra.

—¿El sábado cómo va a ser?

—El sábado vamos a hacer un ‘escrache’ pero no tomado como algo violento, sino como cuando se los empezó a hacer años atrás, que tenían que ver con preguntar ‘¿usted sabe quién es su vecino?’, ‘¿Sabe qué hizo?’, buscar una condena social.

—¿Y a vos te alcanza el escrache social?

—Yo no quiero que ese tipo esté en paz. No quiero que pueda dormir tranquilo porque yo no puedo dormir tranquila, porque los sobrevivientes no pueden dormir tranquilos, porque las Madres no pueden dormir tranquilas. Me alcanza el escrache social porque creo que sentir que la sociedad acompaña es fundamental. El trabajo siempre fue hacer entender que la dictadura le pasó a un país entero, no solamente a mí.

(Por Alejkao Santander, Infobae)