Este martes, en otra audiencia de juicio de la subzona 14 II, siguen desfilando las víctimas. El testimonio de un agente de Policía que contó como actuaban «los carniceros» de la Subzona 14. «No había piedad ni clemencia», dijo Juan Bustos.
Un agente de Policía que cumplió tareas en la Seccional Primera en la época de la dictadura reveló cómo se torturaba y usaba la picana en la Subzona 14 y calificó a los jefes policiales del grupo de tareas como «carniceros». «No tenían piedad ni clemencia. Los detenidos bajaban y no podían caminar, los teníams que ayudar», confió.
Juan Ángel Bustos trabajó en la Policía del 70 al 82. Después del golpe, estuvo en la Primera como agente. “Los presos de subzona 14 eran de ellos, los de la seccional eran otros, estaban en lugares distintos”, describió.
Bustos dijo que Fiorucci, Constantino, Aguilera, Cenizo, Reinhart y otros eran policías que “supuestamente trabajaban” para la Subzona 14. También cumplía funciones de noche. «El trato de los presos era muy diferente. Para los presos de la Subzona 14 era bastante rígido. El preso común era conocido. Hace un montón de años que pasó esto y no quiero recordar, no es fácil pasarla, porque uno tiene nietos, hijos. Me voy a ajustar a lo ya declarado», le contestó al querellante Franco Catalani. «Lo entiendo, pero para nosotros es muy doloroso. Me costó muchos años y muchas cosas. No me gusta volver a repetir lo que tantas veces dije, me ajusto a la declaración anterior», insistió.
El juez Pablo Lacava le manifestó que era necesario que diera los detalles para conocer la historia y que no se repita lo que sucedió en la dictadura. «Eso me sirvió desgraciadamente para saber cómo uno se tiene que encaminar. Los seres humanos no somos lo que parecemos. No somos tan buenos. Muchos con palabras lindas o porque tiene vehículos o campo, o lo que sea, se creen buenos. Eso me sirvió para saber lo que es un ser humano», agregó Bustos.
«Hay noches que no se duerme. Vivo solo, tenía una hermosa familia. Yo, hijo de hacheros, vine a la Policía con la mejor ilusión, pensé que era… no sé y me encontré con que después tuve que conocer el calabozo porque le molestaba a los señores. Yo quisiera que recorrieran mi legajo… los carniceros que tenía enfrente hacían lo que hacían, eran mis jefes. Se equivocan si creen que estuve amargado por irme de la policía, al contrario me puse muy contento de haber terminado como albañil, feliz, muy feliz», confesó.
«Los carniceros hicieron lo que ellos quisieron con las personas, nunca pensé levantar mi voz y menos en un tribunal. Y para esto porque no hay un ser humano en la tierra que pueda juzgar a otro. Pero ya que me lo piden de esta manera pregunten y le voy a contestar», concedió.
-¿Qué personas estaban detenidos y que trato recibieron? -le preguntó Catalani.
-No me acuerdo los nombres de los detenidos. Esta gente trabajaba arriba de la Primera, había una escalera que se comunicaba con arriba. Cada vez que iba un detenido para aquel lado solamente Dios se podía fiar. En la Brigada de Investigaciones de la Rio Negro también pasaba lo mismo.
-¿Que sucedía?
-Muy sencillo, recibía golpes, picana, los peores tratos que se le puede dar a un ser humano. No había clemencia, no había piedad. Somos poquitos los que hemos hablado, habiendo tantos. No eramos ni deiz ni veinte policías. Éramos muchos, pero parece que personas habíamos poquitos. Los demas son todos sordos y ciegos. Me molesté tanto con mis compañeros, mucho me molesté. Por eso precisamente.
-¿Vio personas bajar?
-No podían caminar solos. Había que ayudarlos y trasladarlos al lugar dónde estaban. El médico si venía bien lo atendía y si no era lo mismo. Si lo atendía Pérez Oneto ni hablar, era mejor quedar como estaba y no que lo recibiera ellos. Era muy difícil que los atendieran, tenían que estar muy graves para que los vieran.
-¿Cómo funciona una picana?
-Tenés distinta, eléctrica, a pilas, a batería.
-¿De dónde las sacaban?
-No, ni ahí.
-¿Cómo funcionaba la picana de la Primera?
-Había una a pila y otra eléctrica, había que enchufarla.
-¿En la Brigada dónde se hacía y quién lo hacia?
-Ellos venían y tomaban el lugar y hacían su trabajo. Muy diferente al nuestro. Siemrpe se movían juntos, en grupo. Reinhart, Fiorucci, o Reta. Siempre se movían juntos. Ahi no entraba nadie. Yo como agente, menos.
-¿Había un lugar específico?
-Si, una oficina, sobre mano izquierda del pasillo. Atrás había unas caballerizas que se usaban como calabozo.
Cuando le preguntaron si tenía temor por testimoniar, respondió: «No, no me asustan. Ellos saben dónde ir y que siempre los esperé».
El defensor Hernán Vidal le preguntó porqué se fue de la Policía. «No sé. No tengo sumario, un papel así nomás. Un empleado policial no se echa así. Pregntele a quién defiende, ellos saben», acotó.
-¿Estuvo en disponibilidad?
-Si, estuve por apremios ilegales.
Un mes en un buzón
En primer lugar, Luis Eduardo Perazo, relató que tenía una empresa de reparación de motores y lo detuvieron entre el 8 y 10 de febrero y permaneció alrededor de un mes preso.
Un amigo le dijo que lo buscaban y se presentó espontáneamente en la Policía Federal. Se presentó el capitán Amarante, como subjefe de la Subzona 14, y el comisario Amartino.
“Ahí empezó una larga indagatoria, sobre mi familia, donde vivía, todo, de mi hermana que estaba casada con Julio Galarza, que estaba desaparecido en Cutral Có, donde trabajaba en YPF. Ahí me di cuenta del quid de la cuestión”, contó.
Perazo había viajado por el país como tirador del polígono, era instructor y, además, peronista y amigo de Santiago “Cholo” Covella. “Fueron acorralándome. Yo siempre respondí la verdad. El 26 de marzo viajé a Mortero en avión para comprar una máquina y sospechaban que tenía que ver con mi cuñado evadido”, confió.
Los policías deliberaron una hora y Amarante le anunció que su “situación era muy complicada y hasta tanto se aclare va a quedar alojado en la U 4”. No hubo orden de detención ni declaró ante un juez.
“Un tenientito me trató mal y yo reaccioné. Se armó un revuelo bárbaro. Eso obró en contra mía, me metieron en un buzón de dos por uno en la U.4. Por eso lo pagué tan largo, desde que entré hasta que salí estuve en ese buzón”, completó.
“Nunca me torturaron ni me golpearon”, aclaró. Un día lo sacaron y en la barbería del penal le hicieron “pelo y barba”. Lo liberaron el 20 de marzo y un oficial penitenciario lo llevó en su auto a su casa de Toay. La orden de liberación la firmó Favio Iriart, como jefe de la subzona 14.
Después el policía Amartino y otro agente lo visitaban, se hacian llevar hasta la casa de los padres para preguntarle sobre su hermana y su cuñado evadido. Les mostraban las cartas que Galarza les mandaba sin remitente por el Correo y la inteligencia abría antes de llegar.